lunes, 21 de noviembre de 2016

Matrimonio sencillo pero con un fotografo de bodas profesional


Una prima mía se casará en dos meses. Ella no quiere una boda especial, nada de lujos, solo quiere invitar a familiares y amigos muy cercanos. Siempre vela por el ahorro y la sencillez. “No quiero que los invitados sobrepasen los cincuenta, más no”, dijo con determinación. Su pareja la apoya, tampoco le gusta lo ostentoso. Demasiado gasto, prefiere ahorrar para su luna de miel. Un viaje al extranjero con su futura esposa a Acapulco o las Islas Margaritas es su máxima aspiración.
Pero eso sí, en la boda que no falte un fotografo de bodas que registre al detalle toda esta ceremonia. Que la inmortalice con sus mejores tomas. Tiene que ser profesional, definitivamente, alguien con experiencia en eventos sociales y que no se le escape nada, ni la entrega del anillo, ni el beso que sellará sus vidas para siempre.
Un amigo aficionado a la fotografía se ofreció para dicha tarea. Mi prima, muy amablemente, le dijo que lo preferiría ver como invitado. No quiere correr el riesgo de ver en su álbum de recuerdo una imagen movida, mal encuadrada, desenfocada, sin contraste de luz ni buena iluminación. No, eso sería el fin del mundo para ella. Más que la boda le importa el recuerdo de ella.
Que sus hijos, porque piensa tener dos hijos,  vean la felicidad en el rostro de su madre al casarse con el amor de su vida. Eso es lo que quiere que las fotos proyecten ese sentimiento, no importa si por ahí se nota su nerviosismo. Quiere que sus hijos vean esa sonrisa que enamoró a su esposo.
Un fotografo de bodas profesional, ducho en la materia. No importa que cobre caro, ahí sí no escatimaría gastos. Total, solo piensa casarse una vez en su vida.